
Con nepotismo, abandono y prepotencia gobierna Marco Antonio Águila en El Cuernito de Apizaco
En San Isidro, municipio de Apizaco, la molestia ciudadana ya desbordó el límite de la paciencia. Lo que antes eran quejas aisladas, hoy es un reclamo colectivo: su comunidad está en el abandono. Calles rotas, inseguridad creciente, falta de servicios públicos eficientes y una administración local que se percibe más ausente que activa.
Marco Antonio Águila Piedras, quien ha ocupado la presidencia de comunidad por dos periodos consecutivos, es señalado como principal responsable del estancamiento. Vecinos denuncian que no rinde cuentas, que rara vez se le encuentra en su oficina, y que ha convertido la gestión pública en un círculo cerrado, donde prima el amiguismo y el nepotismo.
Los reclamos no son menores: presunto uso de documentos apócrifos para apropiarse de terrenos, familiares contratados en cargos públicos –incluyendo a quien sería su pareja sentimental–, desatención a ciudadanos que no votaron por él, y un entorno donde el narcomenudeo, los robos a casa habitación y el asalto a mano armada ya son parte de la rutina.
Lo más alarmante es la normalización del deterioro. En San Isidro no hay patrullas, no hay mantenimiento de calles, no hay limpieza urbana, y el servicio de agua potable es deficiente. Pero sí hay fotografías en redes sociales y un clima de intimidación hacia quienes alzan la voz.
Los ciudadanos han solicitado al presidente municipal de Apizaco, Javier Rivera Bonilla, que intervenga de forma directa: que se practique una auditoría exhaustiva a la gestión de Águila Piedras y que se revise la actuación de su equipo más cercano, incluidos funcionarios señalados por abusos y malos tratos hacia la población.
San Isidro no pide privilegios. Exige lo básico: atención, transparencia y seguridad. Y lo exige no como favor, sino como derecho.
Porque gobernar no es posar para la cámara, es responder con hechos y resultados. Y porque el abandono también es una forma de violencia institucional.
Comentarios