No milito, escribo

No milito, escribo


Por Victoria Aburto


La conciencia no tiene partido. La palabra tampoco.

En los últimos días, algunas voces han querido etiquetar esta columna como un “ataque al gobierno”, como si toda crítica fuera enemistad, como si todo señalamiento fuera oposición. A quienes así lo suponen, les contesto con claridad: no milito en ningún partido político, no represento ninguna agenda de poder, no obedezco línea alguna. Lo único que sigo es mi conciencia. Y mi conciencia no se alquila.

CONTRACARA no se escribe para agradar. Se escribe para visibilizar. Para levantar la voz donde otros bajan la mirada. Para ser memoria donde hay olvido, y palabra donde hay silencio.

¿Molestan las columnas? Es probable. Pero no por falsas, sino por ciertas. No por agresivas, sino por honestas. La incomodidad no nace del estilo, nace del contenido. Porque lo que aquí se describe no es ideología: es realidad. Una realidad que puede negarse en los discursos, pero no en las calles. El hambre, la injusticia, la impunidad, la indiferencia institucional… no tienen color, pero sí víctimas. Y a ellas me debo.

No tengo cargos, ni busco votos. No escribo para figurar en campañas, ni para servir de estribo político a nadie. Escribo —como lo he dicho desde la primera palabra— desde abajo, desde la tierra dolida, desde la trinchera donde duele el silencio.

Quien reduce estas columnas a ataques partidistas, no solo ignora la intención: desvía la atención. Porque así ha funcionado el poder históricamente: acusando a quien incomoda, desacreditando a quien denuncia, neutralizando con etiquetas a quien decide no callarse.

Pero no voy a callar.

No me mueve el odio, me mueve la dignidad. No hablo desde rencores personales, sino desde dolores colectivos. No apunto a nombres ni colores; apunto a prácticas. Apunto al abandono, a la corrupción, al cinismo, a la simulación. Y lo seguiré haciendo mientras haya un solo tlaxcalteca sin justicia, sin atención médica, sin oportunidades, sin voz.

La crítica no es enemiga de la democracia. El silencio, sí.

Me han dicho “radical”. Y sí: radical viene de raíz. Y yo escribo desde la raíz del pueblo. Desde lo que se vive, se sufre, se padece. Si eso incomoda, entonces tal vez la incomodidad no está en la columna, sino en la conciencia de quien se da por aludido.

Que quede claro: no escribo para agradar al poder. Escribo para recordar al poder por qué está ahí y a quién le debe rendir cuentas.

CONTRACARA no nació para aplaudir. Nació para decir lo que muchos callan, para escribir lo que se borra, para mirar de frente lo que otros tapan con filtros y frases hechas.
Y si eso se considera peligroso, entonces esta columna está cumpliendo su propósito.

Porque seremos, aún con más fuerza:
la contracara del poder,
la contracara del olvido,
la contracara del silencio.

Y también,
la contracara de la comodidad que cree que todo cuestionamiento es traición.

Aquí no hay traición.
Aquí hay verdad.
Y como dijo alguna vez alguien más sabio:
la verdad no tiene partido, pero sí tiene causa.
Y esa causa es el pueblo.

Victoria Aburto
No milito, escribo. Desde la contracara del poder.
Desde la trinchera donde duele el silencio, de la tierra callada de El Carmen Tequexquitla, Tlaxcala.
Periodista | Comunicadora crítica | Voz incómoda de la justicia social
La conciencia no tiene partido. La palabra tampoco.

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